“Si gentes no hubiere, gustos no existieren”. Siempre me gustó esa expresión y me representa.
En nuestra empresa hay personas de diferentes orígenes: Argentina, Venezuela, Nicaragua, Guatemala, Colombia, México y ¡unos cuantos ticos! Por supuesto, todas ellas con diferentes costumbres de horarios, comidas y rutinas. Pero cuando trabajamos por el mismo objetivo, somos parte del mismo sistema y las diferencias de ADN no se sienten en absoluto.
Y si hablamos propiamente de ticos, que son la mayoría, también podríamos hablar de muchas diferencias culturales, aun en la misma zona geográfica y hasta en la misma comunidad. Los hay de diferente preferencia religiosa, diferente ascendencia familiar, diferente cultura gastronómica, diferente formación escolar y diferentes estructuras hogareñas. Sí, claro: mismo himno, misma bandera, misma nación pero también el gallo pinto es uno en San José y otro en Guanacaste, así como en Limón reina el rice and beans. Lo mismo se podría decir de las tortillas, las pianguas y tantas otras cosas que expresan nuestra diversidad cultural.
¡Qué bonito esto de que seamos tan diferentes en tantas cosas y tan iguales en algunas pocas, y que podamos complementarnos para generar juntos proyectos o sueños que nos trasciendan como personas! Porque en equipo las diferencias valorizan al grupo, ¿o alguien cree en un equipo de fútbol que tenga once porteros, once defensas u once delanteros? ¿Alguien se haría operar en el Hospital México con un equipo de siete cirujanos, sin la participación de ninguna enfermera, un instrumentista o el trabajo de un misceláneo? Y aquí viene otra frase que me gusta: “En la variedad está el gusto”. Y sin ella no hay riqueza, ni cultural, ni social, ni de ninguna otra especie.
Bienvenidos a los beneficios de un mundo rico en multiculturalidad, abajo la intolerancia y dejémonos permear por las diferencias que enriquecen al mundo que habitamos. ¡Pura vida!
Silvia Álvarez