Comunidad, amistad, familia y amor

Comunidad, amistad, familia y amor

Las buenas prácticas en relación con la comunidad son un eje en todos los programas de Responsabilidad Social. La amistad está “fuera de políticas” por ahora y, sin embargo, es la base de relaciones sanas; fundamentalmente entre pares que fortalecen los lazos con la comunidad. La responsabilidad social en la felicidad individual y en relación con la familia ya es parte de normas internacionales, como la ISO 26000, no certificable, pero igualmente vinculante con el negocio y las personas.

Dice la educación cívica, desde hace demasiados años, que la familia es la unidad básica de toda sociedad y, por ende, de cada comunidad. Sin embargo, el concepto de familia ha cambiado mucho en los últimos 20 años, en que la jurisprudencia de muchos países incorporó el matrimonio homosexual como parte de los derechos civiles de las personas.

Nuestra realidad social también dice que hay muchas personas que viven solas y que prefieren hacerlo, o comparten su vida con una persona, familiar o no, como decisión personal. Entonces cabe preguntarse si es correcto hablar de “familias unipersonales”, como hay escuelas unidocentes, por ejemplo. La realidad es que el mundo está cambiando, y vivimos inmersos en una realidad social dinámica, flexible y ojalá cada vez más abierta, tolerante e inclusiva. Lo importante es que cada célula del tejido social sea parte de una comunidad, no importa cuántos integrantes tenga ni de qué sexo sean. De todas maneras, la reproducción ya no es la acción que define a una familia, ahora ya somos mucho más complejos e integrales, por dicha.

Hace unos años se descubrió el cuerpo fósil de una mujer australopiteco, de más de quinientos mil años, fatalmente herida por una enorme piedra que le aplastó la pelvis y la evidencia científica dice que la lesión la dejó sin movilidad y sin control de esfínteres, y también registra la ciencia que la accidentada sobrevivió seis meses, transportada en parihuelas por sus congéneres. Por eso, es bueno comprobar que lo que no cambia desde aquel hallazgo antropológico entre la mujer de la larga agonía y el sentido de comunidad actual es el común denominador de la solidaridad, el afecto, el cuido de los allegados y el amor.

Ese hilo conductor sigue haciendo posible que el mundo siga girando y, a nivel de comunidades, que la felicidad sea posible cada día en las cosas que compartimos. Entonces, vale la pena festejar el 14 de febrero, porque somos comunidad, somos y tenemos amigos, somos familias, somos personas y seguramente necesitamos percibir que podemos ser felices y juntos aspirar a un mundo mejor. Por eso, ¡feliz Día del Amor y la Amistad! Hagámoslo posible todos los días.

Silvia Álvarez

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